martes, 5 de marzo de 2024

Lengua - Norma - Habla, triada para acuñar feminismos

 

Por: Rafael Tejeda de Luna

Este viernes 8 de marzo se conmemora (no se festeja), el día Internacional de la mujer, llevándose a cabo un sinfín de actividades que recuerdan las luchas sociales, políticas, económicas e intelectuales realizadas por la inclusión de género.

 

Por eso, me parece un buen momento para hablar del exceso de acuñar femeninos a palabras que no les corresponde, principalmente desde una intencionalidad política.

 

Ejemplos hay muchos, por el lado de los vigilantes a ultranza de la lengua, estos señalarán que se dice y escribe “mano” y no "mana", y que el artículo debe señalar el genero en palabras como “rana” y no decir “rano”; por el otro lado, los defensores del lenguaje incluyente indicarán que es correcto decir, que en la historia han existido “sultanas” y “sultanes”, no así “sultanos”, mismo caso que las “diosas” y “dioses” y no diosos, y que la razón principal de no querer ser inclusivos en el lenguaje es el miedo y culpa de un sistema machista y patriarcal.

 

La realidad es que hay ignorancia en cuanto a la lengua - norma - habla que es la triada angular del lenguaje. Y esto hay que verlo filológicamente desde dos perspectivas, las cuales nos permiten ver los nuevos pares de género en un término.

 

Primera perspectiva, desde la norma, que nos indica el conjunto de reglas aceptadas como correctas; segunda perspectiva, desde el uso, que es la forma real de hablar de las personas, en otras palabras es llevar a la practica la norma cada vez que se habla.

 

Estos dos enfoques constantemente están en conflicto entre los lingüistas, algunos defienden preservar la pureza del lenguaje y otros sustentan que el lenguaje está en constante evolución.

 

En realidad el uso en el habla cotidiana termina por convertirse en norma con expresiones, significados populares y conocidos o estructuras que antes no se reconocían, al final la Real Academia de la Lengua Española terminó por aceptar palabras como “jueza”, “clienta”, “dependienta” o “presidenta”, es decir, el uso de la lengua acaba determinando si prevalece una forma o desaparece con el tiempo; da igual lo que se intente imponer artificialmente por grupos políticos, feministas o de diversidad de géneros.

 

Es cuestión de tiempo, guste o no a los puristas del lenguaje (entre ellos a un grupo de amigos con los que desayuno carnitas los jueves), que un uso se pueda extender aunque vaya contra una norma, más aún cuantas más mujeres desempeñen acciones de ciertos oficios. Aunque esto no pasará si la palabra causa confusión, es difícil de pronunciar o suena con cacofonía para una población, pues la facilidad en el habla es lo que predomina (popularmente se diría para ahorrar saliva). Entiéndase para este caso por cacofonía el efecto acústico desagradable que resulta de la combinación de sonidos poco armónicos ,un ejemplo de esto puede ser “magistrade”, "coronela" o “hablanta”, entre otros muchos.

 

En lo personal, estoy en contra de las imposiciones del lenguaje, por ser política y socialmente correctos para agradar a un grupo determinado, y coincido que el uso normativo de la lengua acabe ampliando las acepciones femeninas, pero de forma natural, conste, reitero que de forma natural dejando que fluya como el agua en un rio, no impuesta, y menos si es con intenciones de sesgo político.

Nota: Dibujo al inicio del escrito del pintor Bernardo Augusto Tejeda Calzada.


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