miércoles, 13 de diciembre de 2023

Hablemos de... Guerras en nombre del diablo

 

Por Rafael Tejeda de Luna


Hace unos días revisando mis redes sociales me encontré una página en facebook de una colega escritora, Mimi López Soberano, con un mensaje que decía lo siguiente: Jamás se han iniciado guerras en nombre de Satán.

Dicha cuestión afirmativa me hizo reflexionar si en verdad nunca se ha iniciado una guerra en nombre de un ser maligno, por lo que empecé a buscar en el disco duro de mi cabeza algún dato sobre el tema. Después de varios días de repasar en mí memoria, no recuerdo una sola guerra en la tradición judío-cristiana que se haya realizado en nombre de un demonio. 

En múltiples culturas han existido los dioses de la guerra a los que se les solicitaba su ayuda en batalla y se les ofrecían ofrendas y sacrificios, pero no se hacían guerras en nombre de ellos. Ni siquiera en el caso de la diosa mesopotámica Lilith relacionada con el espíritu del viento en la oscuridad o como diablesa.

En otro enfoque, revisando la historia oriental, encontré que en el hinduismo los asuras son un grupo de deidades sedientas de poder y en constante guerra, consideradas a veces demoníacas o pecaminosas y que en la historia medieval de la India se les solicitaba su apoyo a estas deidades para ganar las batallas, sin embargo, no existe el dato de que en nombre de ellas se iniciara una guerra.

Sin ir muy lejos, geográficamente hablando, podríamos decir que lo que más se acerca a enarbolar una guerra en nombre de un ser maligno, fueron las guerras rituales mexicas, siglos antes de la caída de Tenochtitlan, que los investigadores llaman guerras floridas o Xochiyáoyotl, consistente en el acuerdo entre varias ciudades-estado, que organizaban combates en los que se capturaban prisioneros de ambos bandos, los cuales eran sacrificados en rituales.

Existe pocas posibilidades de que tribus primitivas hayan realizado guerras tribales en nombre de un ser de la oscuridad.

Lo que si se ha dado y está documentado, es una multitud de asesinatos en donde los culpables afirman haberlos realizado por orden del diablo o de un ser metafísico. También están las sectas demoniacas o narco-satánicos, que cometen crímenes en nombre de ángeles caídos o de energías corruptoras de los cánones morales pero no guerras.

En conclusión, si bien es cierto que los demonios andan sueltos, las guerras religiosas han existido o existen, cometiéndose las atrocidades en nombre de la imposición de dioses verdaderos que son tolerantes, justos, sabios y pacíficos. Y no queda más remedio que mandar a los seres malignos al diablo.

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